Hemos hablado muchas veces de los cambios que se vienen produciendo en el concepto de movilidad, arrastrado entre otros por los nuevos servicios que va a traer el nuevo panorama del coche conectado o autónomo. Amenazados por las exigencias de las políticas medioambientales y por la reducción de los márgenes de beneficio, los gigantes de la automoción han empezado a trabajar mano a mano más que nunca con empresas tecnológicas para ofrecer servicios que les provean de fuentes de ingreso alternativas una vez que el vehículo ha salido del concesionario.
Aunque la llegada de la conducción autónoma está llegando de forma lenta, los fabricantes quieren sentar las bases de este nuevo escenario dotando a sus vehículos de actualizaciones de software, ayudas a la conducción (ADAS) y de entretenimiento y servicios en unos coches cada vez menos mecánicos.
Es evidente que la conectividad asociada a la prestación de servicios de ocio y confort es un pilar a la hora de concebir este tipo de nuevos vehículos, pero a este paquete se suman entre otros los ADAS, o Sistemas Avanzados de Asistencia al Conductor. Estos sistemas han pasado de ser un extra en la producción de vehículos en serie a convertirse en un requisito indispensable en la decisión de compra. Además, la Unión Europea que va a la zaga de la innovación en términos de normativa, los considera una pieza clave para lograr sus objetivos de reducción de accidentes y en el verano del próximo 2022 ya será obligatorio que los vehículos de nueva homologación incluyan de serie una larga lista de estos sistemas. Cuando hablamos de seguridad, nada sobra